A la Vega,
que me empapa con su rumor de ola.
Entraste con los zapatos en mano,
resbaladiza,
dejando el rastro marino a tu paso.
Chapoteaba tu cola de pez
y oxidabas las miradas de los poetas.
Quién iba a pensar que te mantendrías
de pie sin pies,
en tu tabla de surf,
con tu cola de sirena,
mojada de escamas
y escarcha.
© Carolina Illán Conesa
*Publicado en la revista Molínea nº31.
Demasiadas sirenas que no lo saben y solo necesitan el beso calido y salado del poeta para surcar raudas oceanos de amores perdidos
ResponderEliminarEs precioso... Me da mucha envidia...
ResponderEliminarY rabia, si pienso que a mi me dedicaste uno que se llama quiero suicidarme...
En fin... La vida es así. Pero que sepas que yo nado más, aunque me parezca más a una seardina que a una sirena.
Tú nadas mejor, eso lo sé de buena tinta (de poeta que escribe en los recreos, o en el Mercadona, o en la cama). Ya sabes, sardina, cuánto te quiero, aunque te dedique poemas de suicidios... Tú representas todo lo opuesto a esa palabra tan fea.
EliminarAnda y anda... Imperdonable!!!!
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