Istanbul aparece en un reflejo del Cuerno de Oro.
En medio, las noches kurdas,
tus ojos de niño indomable,
la piel mestiza de Nemrut.
Me llega el aroma de oleaje y la Gálata,
mientras una mano me roza la boca.
Me escurro en la cama y me agarro a la sábana.
Busco a tientas mi refugio y pulso el detonador.
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