Que me gusta jugar
es obvio,
que busco alguna dentellada extra,
que las noches simples las detesto,
que prefiero el azúcar aunque tome sacarina.
Obvio es
que a veces la jaula se me estrecha
y siento los pies fríos de la absurda
y cruel cotidianidad.
Qué se hace cuando uno busca
lo que no está.
Qué,
si el círculo se cierra muy pronto.
Obvio. Es obvio.
Nada.
En Smirna.
Seguir buscando, lo único que nos salva de la rutina, la búsqueda constante; encontrar o no está al alcance de cualquiera, buscar cuando los sentidos te dicen que no vas a encontrar galvaniza tu voluntad y alerta tus sentimientos: te mantiene despierta, no adocenada.
ResponderEliminarMe encanta. Jugar es peligroso para la estabilidad. Y yo, que tengo la segunda, deseo como pocas cosas la primera. Tanto que, como tantas veces, acabaré dándome a mí mismo esa dentellada extra, y mandándolo todo al carajo.
ResponderEliminarY a jugar contra la corriente, que duele tras doler.
Como un burro, me pngo para caminar una zanahoria delante...
ResponderEliminarImprecindible... Llevo consumidas kilos...
Zanahorias con forma de libros, música, risas, libros prestados que no encuentro... y bueno todo eso... abrazos, mimos (que palabra tan bonita)...
el controlador de robot me tiene acojonada, fallo un huevo de veces... Me temo lo peor.
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