LAS CHUCHES
Estaba el niño con su bolsica de chuches.
Mmmm… deliciosas.
Se cae una al suelo.
Mira que nadie lo vea y sí, por qué negarlo:
lo hace, la coge.
Le sopla. (Alguien nos dijo alguna vez que si soplamos,
se van los gérmenes. Mentira.)
Se la echa a la boca.
Su madre, de cotorreo con la vecina, lo ve.
Se la saca bruscamente, hincada ya en su paladar.
¡No, del suelo, NO! ¡NO!
Casi le desencaja la mandíbula.
Señora, a menudo los mayores
nos metemos cosas peores en la boca.
Y cada día tragamos mierda (sin soplar)
en este mundo muerto y de sequía.
15 CENTÍMETROS
Fumaba el otro día en las escaleras de un lugar
educacionalmente público.
Me senté ahí porque más allá hacía demasiado sol.
Quiero matizar, señores del jurado, que no era horario escolar.
Llegó entonces un señor del orden público.
-Aquí no se puede fumar. En las escaleras, no.
Bien, le dije, pero estoy en el último escalón.
¿Cambia algo que me desplace 15 centímetros?
-Aquí –insistió- no se puede fumar.
-¿Aquí sí? –y bajé con asombro esos 15 centímetros
que separan el sí del no.
-Ahí sí –me repitió como si yo fuera una perra
en fase de adiestramiento para evitar orines inoportunos- Ahí sí. Muy bien. Buenas tardes.
Entonces se fue, solemne,
con esas gafas de sol que les dan con el uniforme.
¿Le digo que es gilipollas? Bah, para qué.
Él ya lo sabe.
Aquí falta sentido común.