Mi madre ya me había advertido de las
mujeres como tú.
Caprichosas y perversas. Asolan reinos
enteros. Y yo de ti ya me he cansado.
Se
arregla la corbata y la mira con orgullo.
El
cigarrillo sin boquilla queda mal apagado y tira humo.
Se
pone la chaqueta y el gorro de señor de películas en blanco y negro.
Echa
a andar, y ella le sigue sin muchos puntos a su favor.
Cuando
sale del marco de la imagen,
y
uno cree que la historia de (des)amor acaba ahí,
entra
en escena agarrándola del brazo
y
la besa (sin lengua pero con pasión),
sacándole
casi dos cabezas a la linda jovenzuela.
Qué te has creído. Yo no me rindo.
Suena
la música. ¡Corten!
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