No
hay más que zozobra, zozobra, zozobra.
Casi
pierdo el control.
Me
muevo como en oleaje de barco errante.
No
son las copas de alcohol esta vez.
Quizá
algo parecido a la melancolía.
O
al fracaso.
En
la noche oscura y negra, como el cuervo de Poe,
en
un sillón viejo y polvoriento,
repaso
con los dedos la caída al abismo infinito.
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